Missed Aches

Yo jamás utilizo el autotexto en el teléfono, ni el corrector automático cuando escribo algo en la computadora. Prefiero equivocarme en alguna letra a dejar que la máquina adivine lo que quiero decir e introduzca la palabra que guste. Como toda herramienta tecnológica, sólo sirve si no se le deja hacer todo, si se le limita con nuestra atención y se evita que se vuelva una mala costumbre. Por eso encuentran en todos mis textos muchos errores de dedo, pero nunca encontrarán palabras (o ideas para el caso) que no pretendo decir.

Joanna Priestley, genial animadora independiente de Portland, Oregon (de la que hablamos acá, hace tiempo) ha unido fuerzas con el popular poeta Taylor Mali, famoso por sus actos en vivo en donde atrapa a la gente con emotivas interpretaciones de su poesía, para hacer la reflexión acerca del tema mediante la animación de uno de sus poemas más originales llamado “The Impotence of Proofreading”.

Priestley decide utilizar las palabras “incorrectas” provocadas por el autotexto en su sentido más literal como pretexto para generar juegos visuales de animación. De manera muy efectiva, ella encuentra sentido en la yuxtaposición de uno y otro concepto erróneo que a nivel semántico no tiene ninguna coherencia. De esta forma, el error tecnológico y a la pereza humana de verificarlo le otorgan a Priestley completa libertad creativa para jugar y burlarse del lenguaje mismo. Lo increíble es, en mi opinión, que cobran sentido ambas narraciones: la sugerida por Mali, su discurso sobre la revisión, y la fantástica de Priestley, las imágenes absurdas que sólo se vuelven coherentes en una película de animación.

En mi obsesión, una inteligente piedra que invita a pensar y merece la pera disfrazar.

Animabasauri-Animabasque 2011

Bilbao, España. 4 de abril de 2011.

Me tomo una cerveza fría en el Café Iruña, añejo e icónico restaurante de tono andaluz en pleno centro de la bella ciudad de Bilbao, famoso por su longevidad, ambiente e incomparables deliciosos pintxos morunos. En tres días, he venido cuatro veces a probar toda la carta. Se trata de un acogedor-pero-caótico lugar que sin duda ha visto pasar gente de todos los caminos de la vida, pero una semana al año desde hace ya siete, quienes lo visitan son animadores profesionales, aficionados y curiosos de este arte, pues sirve como sede no oficial de uno de los festivales de animación más bonitos de Europa, no por su tamaño o su alcance, sino por una razón mucho más sencilla.

Animabasauri es especial porque, más que un evento de corte profesional, se siente como una reunión de viejos amigos. Sin importar que estés aquí por primera vez.

La esencia del festival es el contraste. El de lo añejo del Café Iruña con el desarrollo burbujeante de la metrópolis vizcaína. El de la vertiginosa modernidad de Bilbao con la sencillez y modestia de la pequeña ciudad de Basauri, sede principal, cuna y corazón del festival. El ajeno sonido del idioma euskera frente a cualquier otro de raíces grecolatinas más familiares. El calor  y pasión de los vascos frente al resto de los españoles. El escenario glamoroso internacional de un festival de cine frente a las sonrisas humildes y honestas con las que te recibe su gente.

A mi lado María Jesús Díez, directora del festival, cuyo esfuerzo de la mano de la productora/distribuidora vizcaína Barton Films ha mantenido esto con vida siete años y contando. Me advirtieron, con toda razón, lo bien que me trataría y el cariño con el que acabaría despidiéndome de ella. A mi otro costado Susana Losada, involucrada desde el principio en el evento y ahora coordinándolo eficazmente por primera vez. Ambas sonríen, ríen, parecen exhaustas pero satisfechas. “El trabajo pesado es antes,” dice ella, “si lo hicimos bien, ahora es más piloto automático, estar pendiente de que todo salga de bien y disfrutar.”

Y para nosotros, obviamente, disfrutar significa hablar de animación. Me crucé una interesante retrospectiva al animador valenciano Pablo Llorens, la referencia en animación de plastilina en la península, un buen tipo a quien también tengo sentado al otro lado de la mesa. Después, una interesante conferencia por parte de Jordi Grangel, cabeza de Grangel Studio, flamante encargado de los memorables personajes de “Corpse Bride” de Tim Burton. Como acompañamiento a la conferencia, se podían ver de cerca los bocetos de dichos personajes en exposición en la Torre de Ariz en Basauri. Por su parte, la fnac Bilbao era casa de otra exposición atractiva de bocetos, en este caso el arte original de “Chico & Rita”, dibujado a mano por Javier Mariscal. En suma, tres ejemplos claros de la proyección internacional del cine de animación español y las capacidades de sus mejores profesionales.

Ocho largometrajes, más de cuarenta cortometrajes en fílmico y más de setenta en video nos arrojan un palmarés tan interesante como variado. El premio mayor fue para el largometraje chino “Piercing I” de Liu Jian (que cuando lo vi en Annecy el año pasado lo llamé “tarantinesco” en el sentido de que no ocurre mucho y al final se impone la violencia sin sentido), que es una prueba de que se pueden hacer buenas películas sólo con una buena idea y poco despliegue técnico. También premiados “Love Patate” de Gilles Culliver, una extraña historia de amor entre un hombre y eso, una patata, aunque radioactiva, y “Doomed” de Guillermo García-Carsi, creador de la brillante serie infantil “Pocoyó”, que ahora ha creado un simpático bestiario de criaturas condenadas a la extinción.

Lamentablemente no pude quedarme a la proyección de dos clasicazos de la animación italiana, el país invitado: “La gabbianella e il gatto” de Enzo d’Alo y “Allegro Non Troppo” de Bruno Bozzetto. Ambas las he visto antes, pero me hacía ilusión verlas en pantalla grande. En fin, es un costo de ser un ingenuo al que le interesa todo. En un festival así, siempre te quedarás con ganas de ver más.

Pero todo lo que vi es meramente anecdótico. Poco a poco he descubierto que lo que me interesa de ir a los festivales es otra cosa.

“¿Has ido ya al Guggenheim?” me preguntan. “Fue lo primero que hice llegando a la ciudad”, contesto yo, sabiendo que lo visto en ese espectacular museo será también lo primero que se me olvide. Lo único que me llevo de recuerdo, a donde quiera que vaya, es la gente.

Hasta el próximo año. ¡Agur!

My Dog Tulip

Nunca he sido un amante de los perros. Tampoco tengo nada contra ellos. Me gustan lo suficiente, incluso los acaricio si se me acercan, pero jamás he tenido uno. Dicho esto, me pareció increíble como una película sobre perros pudo conmoverme de manera tan profunda, siendo yo tan ajeno a esa extraña y a veces inapropiada relación entre una persona y su mascota.

Un solitario escritor adopta por casualidad a un perro callejero, quien se convierte inevitablemente en su mejor amigo y más fiel compañía. El relato de los eventos más cotidianos acerca del cuidado de un perro es suficiente para representar el deseo de cualquier ser humano de no querer morir en soledad, un deseo primordial que a través de los años se convierte indudablemente en un amor de lo más puro.

Basada en las famosas memorias de J.R. Ackerley, “My Dog Tulip” es el hermoso largometraje de Paul y Sandra Fierlinger, dos humildes animadores británicos, animado sólo por ellos completamente de manera digital (incluso sostienen que no han despediciado una sola hoja de papel), que a primera vista sólo habla de un hombre y su perro, pero visto con calma habla de un montón de cosas más. Los eventos más triviales de la naturaleza de los seres vivos, sus necesidades primordiales, se entrelazan para hablar en tono más abstracto y trascendental del amor y la soledad, de la vida y la muerte, incluso haciendo una dura crítica a la sociedad inglesa de la post-guerra. En palabras de Ackerley, “unable to love each other, the English turn naturally to dogs.”

Acá el trailer de tan bella película, un ejemplo perfecto de que los animales en las películas animadas no tienen que comportarse siempre como personas. Pueden seguir siendo animales y generar mucha más empatía. Tulip, la hermosa y compleja perrita protagonista de la película, expresa más en su primera escena (el momento más cotidiano de un perro, la hora de salir a pasear para hacer sus necesidades) que la mayoría de los personajes que yo haya visto en películas comerciales en mucho, muchísimo tiempo. Y lo hace sencillamente comportándose como perro.

I Met the Walrus

En 1969, un adolescente de 14 años fanático de los Beatles, armado con una grabadora, entró sin permiso una habitación de un hotel en Toronto y convenció a John Lennon para entrevistarlo. Treinta y ocho años después, la voz original de la Morsa se escucha mientras se pintan animadas libremente sus ideas atemporales sobre la política, la guerra, la paz y la responsabilidad individual para cambiar el mundo que nos rodea.

Jerry Levitan, quien fuera alguna vez ese intrépido adolescente, es ahora el productor de “I Met the Walrus”, este pseudo-documental animado dirigido por John Raskin que utiliza esa peculiar grabación como hilo narrativo. La mítica voz de Lennon da origen una serie de animaciones abstractas que fluyen de una a otra sin regla alguna, como fluye libremente el pensamiento político idealista de una de las figuras musicales más importantes de la historia.

Acá el genial cortometraje de 2008, para mí un ejemplo de las posibilidades gráficas y narrativas infinitas que supone la animación como decisión creativa, así como un homenaje póstumo hermoso a un gran hombre a tres décadas de su inesperada muerte.

Rango

Un forastero llega sin aviso a un pueblo vaquero del Viejo Oeste. En el pasado un actor aspirante, el forastero se hace pasar por un héroe de leyenda, salvador que vendrá a reparar los males de la gente común y que, sin quererlo, descubrirá la enorme conspiración que los oprime, si es que no cae balaceado en el intento. Ah, y también todos los personajes son animales.

Después de ver “Rango”, mi opinión es, y para nada lo digo como un cumplido, que he visto dos películas diferentes.

En la primera veo un trabajo de diseño de personajes y animación realmente impresionante, con un despliegue técnico inmejorable. Cada uno muy particular, memorable, con un diseño claro de movimiento y de personalidad. Los animales condenados de Dirt tienen expresión y vida propia. Parecen desilusionados, frustrados, temerosos, orgullosos. Sus texturas están clavadas, sus voces pertinentes. Es más, están tan bien hechos que se nos olvida el dispositivo, el aspecto técnico, el mayor complemento que pueden darle a cualquiera que se dedica a hacer animación en cualquier soporte. Si acaso el personaje menos memorable es el protagonista, cuyo diseño no funciona tan bien como todos los demás. Ni de lejos.

Dirigida por Gore Verbinski, este es el intento de Industrial Light & Magic y Nickelodeon por competir en el millonario mercado de las grandes megaproducciones de CGI para todo público acaparado ideológicamente por Pixar y sus imitadoras. Si nos quedamos sólo con sus personajes, “Rango” puede ser de las apuestas más originales e interesantes que hemos visto de las grandes producciones americanas en los últimos años. Todo el trabajo de diseño que hay invertido aquí debería tener grandes posibilidades de ser una gran película, ¿cierto?

Sin embargo, todo gran personaje necesita de una gran historia detrás, y en este caso, la película se queda atorada en medio de todo lo que pretende ser, sin éxito.

Primero un deseo tan fuerte de competir en ese mercado que deriva en una estructura convencional, predecible y aburrida, sin dirección ni coherencia y francamente inverosímil, carente de la imaginación tan viva en su diseño. La película avanza todo el tiempo rompiendo sus propias reglas, como el tamaño real de las cosas (el baño público es una botella, pero todos tiene pistolas funcionales miniatura) o el hecho de que hay animales que sí se comportan como animales (como el halcón o las mini avestruces) y no pueden hablar como todos los demás. ¿Por qué? ¿Por qué persecuciones y explosiones sin justificación? ¿Por qué Rango era Jack Sparrow? Y la pregunta más flagrante de todas, ¿por qué todos son animales?

Segundo, un intento de hacer cine para supuestos cinéfilos, en donde se introducen por la fuerza referencias a cine clásico del Viejo Oeste (¡y otros géneros sin nada que ver!). Las gastadas referencias se quedan en la imitación, sin duda buscando que los críticos pretenciosos hablen sobre ellas, las vistan de homenaje, de guiño a gente más “educada”, para esconder el hecho de que lo único diferente que tienen es que están interpretadas por animales. Y eso ya lo hemos visto antes muchas veces.

No puedo salir de “Rango” sin pensar que esa primera película que vi pudo haber sido realmente especial. ¿Por qué no hacer animales que representen una historia diferente, como animales, y que no se comporten exactamente como humanos? Veo claramente una oportunidad perdida. Tiene mucho muy bueno, pero lamentablemente no se puede escapar completamente de la industria que la ha gestado para asegurarse el éxito comercial, aunque implique renunciar a su originalidad.

Pero bueno, al menos entretiene. Supongo que ese era el punto.

Chico y Rita

Una historia de amor nace en un salón de baile de La Habana a fines de la década de los 40’s. Chico, un talentoso pianista enamorado del jazz, encuentra con su mirada a Rita, la bella cantante del lugar, mientras ella interpreta una cautivante balada. A partir de allí, con el paso de los años su historia de amor se enciende y apaga intermitente, como sus fructíferas carreras musicales, juntándolos y separándolos mientras recorren el mundo viviendo música, fama y amor. Cuando el jazz estremece la escena musical occidental, la revolución hace lo propio con la isla caribeña, y ambos eventos determinarán el destino de esta siempre imposible pareja.

La aclamada “Chico y Rita” es el primer largometraje de animación del director Fernando Trueba, en esta ocasión unido por la cadera al diseñador e ilustrador Javier Mariscal. Estos dos pesos pesados de la industria del entretenimiento española unieron fuerzas con el primero filmando la película casi completamente en video, y el segundo diseñando todo el estilo visual de la película, antes de disponerse a rotoscopiar y animar juntos la monumental producción, enorme para los estándares de la industria de animación europea.

Sin duda, además del precioso estilo visual logrado por Mariscal, lo que más llama la atención es la selección musical y la banda sonora. Con música original de Bebo Valdés y utilizando grandes piezas del jazz de Dizzy Gillespie, Charlie Parker, Thelonius Monk y otros grandes, no queda más opción que rendirse a este festín de estímulos visuales y sonoros. Incluso si la historia pierde fuerza y las actuaciones parecen acartonadas por momentos (probablemente aprendizaje por ser la primera aventura animada de Trueba), la música y los visuales son suficientes para vender y comprar la historia de amor condenado y perderse en la atmósfera prometida, la Cuba pre y post-revolucionaria y la burbujeante y seductora escena musical de Nueva York en la glamorosa época representada.

Sin ser la mejor película, “Chico y Rita” se trata indudablemente del tipo de proyecto cinematográfico diferente que vale muchísimo la pena en esta época de fórmulas repetidas hasta el cansancio. Lamentablemente, sigue siendo demasiado costoso producir este tipo de películas como para que aumenten en volumen sin perder esta calidad. Por ahora, confiemos en el éxito que está cosechando a nivel de festivales y reconocimiento, y esperemos que más productoras y televisoras se animen a producir más películas así en España. Yo estoy convencido de que existe el público para ello. Necesitamos más tiempo, y proyectos como este son realmente oxígeno puro.

Millhaven

Una escalofriante melodía nos da la bienvenida al fantasmal pueblo de Millhaven, en donde una joven adolescente canta en voz tétrica sobre hechos horrendos de tortura y asesinato a sangre fría. Aquí en Millhaven, Lottie nos reitera una y otra vez, todas las pequeñas criaturas de Dios han de morir.

“Millhaven” del polaco Bartek Kulas es una de las piezas más inquietantes que he visto últimamente. Una balada demente, compuesta originalmente por Nick Cave y ahora interpretada por Katarzyna Groniec, es el hilo conductor de esta oscura narración, más un video musical que un cortometraje, ejecutado a la perfección en ritmo, atmósfera y eficaz animación.

La joven y aparentemente inocente Lottie es testigo y cronista de hechos terribles y crímenes inconfesos. Poco a poco la tensión crece, la intensidad aumenta, la noche se vuelve aun más oscura. La tenue e inocente voz que nos guía se vuelve inestable y aterradora. Finalmente, casi a gritos, Lottie revela la verdad última de los hechos, la razón por la que estamos todos aquí, la misma por la que nadie saldrá con vida de este pueblo.

La, la, la, lala. Aquí hasta los más pequeños hijos de Dios han de morir.

Goodbye Mr. Christie

Siempre me preguntan a qué me refiero con cine “diferente”. Yo invariablemente empiezo a hablar de otros acabados de imagen, de otros juegos de reglas, de animación más sintética y de narrativas poco convencionales. Como no se me da nada bien la explicación, hoy aquí una película que ejemplifica perfectamente de qué hablo cuando hablo, y qué quiero decir exactamente cuando digo que el mundo de la animación es demasiado grande, y cerrarse a un sólo estilo de este hermoso arte es sencillamente muy triste.

La familia Christie es una familia normal viviendo una vida tranquila de problemas cotidianos, como lidiar con hijos adolescentes o recolectar cupones para ahorrar al hacer la compra. Un buen día, cuando Mr. Christie es descubierto con una cámara de televisión nacional teniendo un amorío improbable con un seductor marinero francés, su vida normal cambiará para siempre, poniendo en riesgo el destino del universo mismo como lo conocemos.

“Goodbye Mr. Christie”, el primer largometraje del genial animador británico Phil Mulloy (de quien hablamos acá hace tiempo), es sin duda uno de los largometrajes que jamás verán distribuidos en una sala de cine común. Tuve la oportunidad de verlo en la última edición de Animac Mostra Internacional de Cinema d’Animació de Catalunya, así como de conocer y convivir unos días con su interesante autor, y debo decir que ha sido una de las experiencias más memorables que me han tocado desde que me inventé que me dedico a esto.

Más que un largomtraje creo que se trata de un concepto logrado traducido a imagen y a historia con enorme eficacia, y esto es lo que lo hace más interesante. Phil Mulloy, decidido a que en animación se debe trabajar en solitario, ha hecho esta película con sus propias manos en su totalidad, bajo un método de simplificación máxima, prueba de que una gran idea y mucho corazón pueden matar cualquier presupuesto.

¿Qué es lo mínimo que necesita un espectador para involucrarse en una historia? Si el espectador de todas formas se genera a sí mismo un espacio tridimensional teórico cuando ve representaciones de personajes en una película, ¿por qué no dejar que lo haga completamente con todos los elementos? ¿Y actores? ¿Se necesitan actores? ¿Se necesita inflección en la voz? ¿Se necesita proveer más información de la necesaria, si el púbico de todas formas impregnará de significado propio todo lo que ve?

Así Phil Mulloy, como nos lo explicó él mismo en una inolvidable master class en la Seu Vella de la ciudad de Lleida, se dispuso a hacer una película con lo mínimo. Utilizó personajes sin rostro, básicamente manchas negras con hoyos por ojos y boca, o sea lo mínimo que necesita la mente humana para identificar un rostro, diferenciados entre ellos únicamente por las proporciones de tan sintéticos elementos. Sólo en vistas frontales y de perfil, sólo en planos cerrados. Y vivos casi exclusivamente por su voz, que es en mi opinión en donde está la gran originalidad de la película.

Utilizando un software de generación de voz digital (nextup.com, que por azares del destino me mostró personalmente), Mulloy básicamente escribió y generó todo el diálogo de la película, únicamente cambiando el tono y la velocidad para diferenciar a los personajes. Así, la película es básicamente una radio novela en tono neutral, sin inflección o carga emocional, robótica, que transmite una serie de eventos desprovista de inflección o actuación. Puede decirse en el mismo tono “Es el fin del universo” que “Te amo” o “Estás abusando sexualmente de mí, violentamente”, o incluso “Voy a matarte”. Pero de alguna forma suenan diferente.

Básicamente Mulloy comenzó a desarrollar este método simplificado, austero, solitario o como quieran llamarle en un cortometraje de 2006 llamado “The Christies”, pero en mi opinión aquí no llega a todo su potencial. El largometraje, si pueden verlo en algún momento, es la consolidación de su técnica, la graduación de su teoría. Increíble que con tan poco pueda interesar al público por más de 80 minutos. Sorprendentemente, un espectador como yo (no cualquiera, hay que decirlo) puede encontrarse envuelto en las peripecias de Mr. Christie sentado al filo de su asiento.

La joya. Mulloy se copió los créditos de “Toy Story” y los puso al final de su película, sólo porque nos han acostumbrado a que una película de animación tiene que ser una enorme producción multimillonaria, casi sagrada.

Acá “The Christies”, el cortometraje de 2006 que inspiró tan poco convencional película. También un teaser que realizó como entrada para el HAFF Holland Animation Film Festival 2010, con la misma técnica. Si creen que existen reglas y axiomas absolutos en el cine, se equivocan. Necesitamos más autores y personas como él que nos lo recuerden.

The Backwater Gospel

Tal vez llego un poco tarde como siempre, pero finalmente puedo sentarme a opinar de uno de los trabajos que más han sacudido a los jóvenes animadores buscando nueva inspiración por la red en las últimas semanas. Este es el increíble trabajo de grado de la generación 2011 de Animation Workshop, importante escuela de animación danesa: “The Backwater Gospel”.

Un pequeño pueblo rural de la Norteamérica de los 30’s tiembla cuando aparece a su entrada el ángel de la muerte, el enterrador, augurio inequívoco de que una muerte ocurrirá pronto pues él viene a recolectar un alma y no partirá sin ella. La congregación aterrada acude a su párroco para protegerse. Todos salvo uno, un hereje desafiante que hace la crónica de la aparición con su canción, mientras el ángel de la muerte espera paciente. La congregación enloquece sin saber quién morirá, y ante tan angustiante lotería buscará resolver la duda bajo la protección del buen libro, por su propia mano.

En lo personal esta pieza, dirigida por Bo Mathorne y realizada por ocho alumnos de dicha escuela, me parece impresionante en todos los sentidos. La gráfica es fresca y original. El diseño de personajes y ambientes está clavado hasta el más mínimo detalle. La narración es ágil, envolvente y con momentos realmente intensos. La animación es estilizada y eficiente, de poses y movimientos que recuerdan más a una novela gráfica. El tono de la historia es oscuro y atractivo, y crece eficazmente hasta su estremecedora conclusión.

En fin, no me hagan caso. Hay que juzgar por uno mismo. En cualquier caso, este tipo de trabajos me inspiran en dos sentidos. El primero, me recuerdan el tipo de originalidad que se puede lograr si se trabaja sin restricciones. El mundo de la animación, a pesar de lo que quieren hacernos creer, es muy grande y hay muchas gráficas e historias posibles. El segundo es el nivel de la competencia que hay que enfrentar (después de todo, son alumnos de un postgrado). Hay que darlo todo y algo más para conseguir algo en este mundo, y jamás debería ser de otra forma.

Acá también el blog para informarse del proceso de producción que siguieron estos chavos a los que sin duda que habrá que seguirles la pista: backwatergospel.blogspot.com

The Gruffalo

Un ratoncito hambriento atraviesa el bosque en busca de un árbol lleno de bellotas. Sin embargo, tendrá que recorrer un peligroso camino para alcanzarlo, pues indefenso está a merced de los depredadores del bosque. Astuto, para ahuyentar a sus enemigos decide sacarse de su imaginación al más temible depredador de todos y fingir que se trata de un gran amigo suyo: el temible Gruffalo.

Esta bella adaptación del hermoso cuento para niños de Julia Donaldson es un gran ejemplo de que los productos para niños pueden ser inteligentes, tener mucha clase y ser disfrutados por adultos también. Producido por la BBC y dirigido por Max Lang y Jakob Schuh, este multipremiado especial para televisión demuestra que no todo debe ser asquerosa cultura pop y humor sin clase, como estamos acostumbrados a ver en la televisión americana principalmente, y que se puede contar una historia sencilla de una forma directa y envolvente, con gran delicadeza aplicada en voces, en bella musicalización y graciosa animación, que pueda ser disfrutada de forma más profunda.

Bravo por esta preciosa adaptación de un cuento infantil hermoso de importante mensaje. Cuidado con lo que soñamos. La realidad invariablemente supera a la ficción y las criaturas más monstruosas de nuestra imaginación pueden encontrarse en cualquier momento sentadas frente a nosotros, mirándonos directo a la cara.

Acá unos clips de este trabajo tan especial.