Missed Aches

Yo jamás utilizo el autotexto en el teléfono, ni el corrector automático cuando escribo algo en la computadora. Prefiero equivocarme en alguna letra a dejar que la máquina adivine lo que quiero decir e introduzca la palabra que guste. Como toda herramienta tecnológica, sólo sirve si no se le deja hacer todo, si se le limita con nuestra atención y se evita que se vuelva una mala costumbre. Por eso encuentran en todos mis textos muchos errores de dedo, pero nunca encontrarán palabras (o ideas para el caso) que no pretendo decir.

Joanna Priestley, genial animadora independiente de Portland, Oregon (de la que hablamos acá, hace tiempo) ha unido fuerzas con el popular poeta Taylor Mali, famoso por sus actos en vivo en donde atrapa a la gente con emotivas interpretaciones de su poesía, para hacer la reflexión acerca del tema mediante la animación de uno de sus poemas más originales llamado “The Impotence of Proofreading”.

Priestley decide utilizar las palabras “incorrectas” provocadas por el autotexto en su sentido más literal como pretexto para generar juegos visuales de animación. De manera muy efectiva, ella encuentra sentido en la yuxtaposición de uno y otro concepto erróneo que a nivel semántico no tiene ninguna coherencia. De esta forma, el error tecnológico y a la pereza humana de verificarlo le otorgan a Priestley completa libertad creativa para jugar y burlarse del lenguaje mismo. Lo increíble es, en mi opinión, que cobran sentido ambas narraciones: la sugerida por Mali, su discurso sobre la revisión, y la fantástica de Priestley, las imágenes absurdas que sólo se vuelven coherentes en una película de animación.

En mi obsesión, una inteligente piedra que invita a pensar y merece la pera disfrazar.

Sita Sings the Blues

Todo aspirante a director de cine sueña con algún día ponerse de pie delante de un auditorio para recibir el galardón más codiciado en la industria, con dar ese discurso trillado en donde agradeces a toda la gente que te ha ayudado, en las buenas y en las malas, y en donde al final sueltas una lágrima igualmente cinematográfica de felicidad. En la estructura de la industria cinematográfica comercial actual, nos guste o no, esa es la imagen del éxito. Sin embargo, para los jóvenes directores de cine, parece algo muy lejano, pues producir una película que pueda competir en esos niveles es muy difícil económicamente.

Lo que me gusta del cine de animación es que hay forma de darle la vuelta a ese tipo de barreras. Es cierto que producir un largometraje comercial animado cuesta demasiado dinero, pero es más cierto, si se quiere ver, que la animación tiene infinitas formas de expresar algo, que pasan más por la creatividad, la dedicación y el corazón, que por el bolsillo.

Nina Paley, una joven animadora de ascendencia india, viviendo en San Francisco, decidió que su largometraje de ensueño dependía solamente de ella. Con una modesta beca de la fundación Guggenheim, se dispuso a realizar, únicamente con herramientas digitales como Flash y Photoshop, una increíble película llamada “Sita Sings the Blues”.

Utilizando numerosos estilos de animación, desde un trazo inestable cartoon y animación cut-out digital, pasando por collage, rotoscopia hasta incluso animación clásica de sombras, “Sita Sings the Blues” cuenta la historia semi-autobiográfica de Paley, narrada en paralelo con una reinterpretación moderna y abierta de un mito clásico del Ramayana, específicamente el exilio del príncipe Rama y el suplicio posterior de su fiel esposa Sita. En clave de comedia irónica, esta es una de las películas más interesantes y originales que he visto en cuanto a registros visuales se refiere, pues es increíble como va cambiando sus propias reglas de diseño y colores de secuencia a secuencia y entrelazando musicalmente todos los estilos para narrar un bello mito hindú, y al mismo tiempo revisitar un episodio doloroso de su vida, el abandono de su marido para irse a trabajar a India, todo al ritmo del blues en la preciosa voz de Annette Hanshaw.

Algo que también hace especial a “Sita Sings the Blues” es su carácter legal, pues allá en 2008, fue uno de los primeros largometrajes en publicarse bajo la licencia Creative Commons, lo que implica que puede reproducirse y editarse a placer de manera legal, sin necesidad de obtener ningún permiso por parte de su autor. Lo único que posee derechos de autor en toda la película es la música de Annette Hanshaw (y Paley, según dice, pidió prestados 70,000 dólares para pagarlos y poder utlizarla legalmente); todo lo demás es de todos. Me parece muy interesante el cambio de paradigma de Paley en este sentido, sin duda producto del proceso que vivió para realizar su película, que sólo dependía de ella y no de otros intereses. Cito una parte del texto de la realizadora al respecto:

“Conventional wisdom urges me to demand payment for every use of the film, but then how would people without money get to see it? How widely would the film be disseminated if it were limited by permission and fees? Control offers a false sense of security. The only real security I have is trusting you, trusting culture, and trusting freedom.”

Se puede leer el texto íntegro, así como descargar la película completa directamente, en varios formatos de baja y alta calidad, en sitasingstheblues.com

Una gran idea, mezclada con mucho talento y pasión, más casi dos años de trabajo al frente de una pantalla ilustrando y animando, y Nina Paley, prácticamente por su cuenta, ha cumplido ese sueño tan elemental de cualquier estudiante de cine del mundo. “Sita Sings the Blues” fue premiada con el Cristal de Annecy, el honor más alto del festival de animación más importante del mundo, en 2008, probando que no se necesitan presupuestos de muchas cifras para ser exitoso en esta industria, únicamente entusiasmo y dedicación.

Obviamente las recaudaciones de “Sita Sings the Blues” no se comparan con las de cualquier gran producción, pero me queda claro que no era la intención de esta película. El dinero lo mancha todo, nos guste o no, y es refrescante saber que hay proyectos que no lo tienen como motor y como fin último, que hay un mundo fuera del cine de animación comercial tan escaso últimamente de sustancia. Yo me quedo con esta película antes que con la mayoría del cine comercial en cartelera hoy en día. La realización personal y la felicidad, como la animación, también tiene muchas formas, y a mí personalmente me parece muy noble plantear un proyecto desde este lugar, y encontrar que también hay gente en el mundo profesional que puede apreciarlo, recompensarlo y hacer un sueño realidad.

Por la humildad, por la originalidad y por la cultura compartida.